El futuro
Nuestro planeta cuenta con, aproximadamente, 6.134 millones de habitantes, según datos de la ONU. Las proyecciones demográficas realizadas por la División de Población de la ONU suponen una población mundial, en el año 2025, de 7.800 millones de personas. Además, mientras que el mayor crecimiento para los países industrializados se produjo entre 1955 y 1960, gran parte de las naciones subdesarrolladas recién a principios del siglo XXI ha alcanzado el aumento más importante en su población. Por continentes, África, seguido de América Latina y Asia meridional (del sur), son las zonas que más han crecido en este período.
En el momento que se produzca la proyectada estabilización demográfica mundial, los países subdesarrollados representarán el 86 por ciento de la población del mundo.
También se espera que la mayoría de la población del planeta viva en ciudades, con los problemas que eso puede ocasionar, como falta de viviendas, empleos o empeoramiento de la calidad de vida.
El crecimiento de la población se puede evaluar positivamente, cuando contribuye al desarrollo económico tanto nacional como internacional, al demandar bienes y servicios cuya satisfacción pone en movimiento una serie de recursos humanos, técnicos y financieros.
Pero, como contrapartida, también se puede considerar a la población como un obstáculo para el desarrollo económico, ya que se provoca una mayor demanda interna de bienes y servicios, favoreciendo un alza en sus precios. De esa forma, la dificultad para acceder a ellos, algunos esenciales incluso, tienden a acentuar los desequilibrios económico-sociales al interior de una comunidad. Esta situación se observa en diversos países económicamente pobres de Asia, África y América Latina.
Teorías sobre la población
El planeta Tierra es finito, limitado. A escala mundial, surge la inquietud respecto a cuántos cabemos en él. Si el crecimiento de la población es indefinido y los recursos -alimentos, agua, aire y tierra, materias primas- son restringidos, ¿es posible un equilibrio entre población y recursos?
Son varios los filósofos y economistas que han estudiado este problema. Las diferencias entre ellos se deben a las distintas conclusiones a que llegan, de acuerdo a las situaciones que han debido enfrentar y, por lo tanto, recomiendan políticas demográficas diversas, como las pronatalistas y las antinatalistas.
La doctrina Malthus
Uno de los primeros que planteó este tema fue el inglés Thomas Robert Malthus, un pastor protestante y profesor de Historia y Economía Política, a través de su libro Ensayo sobre el principio de la población, publicado en 1798. Su idea era que la población no limitada tenía inclinación a igualar, e incluso, superar, los medios de subsistencia. Para ilustrarlo comparó dos fenómenos posibles de medir en números: la población y la producción de alimentos.
La población, sin lo que él denominó frenos (guerras, epidemias, hambrunas catastróficas) podía duplicarse cada 25 años; es decir, en progresión geométrica (1-2-4-8-16...). Y en el caso de la producción de alimentos, se haría solo por progresión aritmética (1-2-3-4-5-6...). Claramente, la consecuencia es una sobrepoblación mundial que aparece como inevitable.
Las soluciones que propuso Malthus, con el fin de restablecer el equilibrio entre la población y los recursos, consistían en limitar los nacimientos retrasando el matrimonio y manteniendo para ello a los obreros con salarios mínimos de subsistencia. Esta visión se le llama maltusianismo demográfico y actualmente influye todavía en el debate en torno a la población, pues ofrece un fundamento para la aplicación de medidas orientadas a restringir el número de nacimientos -por medios naturales y, luego, artificiales- en distintos países del mundo.
Otra corriente derivada de esta teoría, la neomaltusiana, difundida en 1973, indica que el crecimiento demográfico y consumo acelerado de los recursos terrestres conducirán a la humanidad a una catástrofe en algún momento del siglo XXI, a no ser que se detenga a tiempo el aumento de la población.
Relacionada con la anterior, otra postura concluye que la degradación del capital natural -el agua de los ríos y lagos, la erosión del suelo, el empleo de productos tóxicos en la agricultura-, se intensifica año a año a causa del crecimiento de la población y de la necesidad de aumentar la producción para cubrir las necesidades de dicha población. La solución que plantean quienes sostienen esta teoría, es interrumpir el incremento en el número de las personas y el consumo de ellas; es decir, el desarrollo económico. Esto se bautizó como el maltusianismo económico.
Sin embargo, la población mundial no tardó 25 años en duplicarse, como afirmaba Malthus, sino que un siglo y medio. Además, cuando este economista inglés hizo públicas sus conclusiones aún no se había producido la Revolución Industrial con sus efectos multiplicadores en la producción de alimentos, al provocar un incremento de los rendimientos agrícolas.
Por definición, una política de población es una estrategia gubernamental hecha con la idea de intervenir, favoreciendo, restringiendo o manteniendo los índices de crecimiento poblacional, para alcanzar determinadas metas económicas, sociales y culturales.
Como los países con economías débiles experimentaron un retraso debido a, entre otros factores, sus altas tasas de crecimiento demográfico, se les ha recomendado adoptar políticas de población que buscan controlar la natalidad. Estas, conocidas como antinatalistas, consideran necesaria la limitación de los nacimientos para alcanzar la categoría de países desarrollados.
Estas políticas, aplicadas durante los últimos 20 años en los países de América Latina, Asia y África, dieron resultados concretos, al evitar millones de nacimientos; pero la población sigue creciendo, aunque a un ritmo más lento. Se proyecta que, al año 2015, la población de las regiones de escaso desarrollo se incrementará en alrededor de 1.700 millones, mientras que las de economías desarrolladas solo aumentarán en 57 millones. Estos cálculos tienen un valor relativo, ya que los conflictos bélicos, las enfermedades epidémicas y los movimientos migratorios, entre otros factores, pueden debilitar cualquier proyección.
Pero no todas las políticas de población son antinatalistas. En la actualidad hay países -particularmente en Europa- que aplican una política pronatalista, debido a que hay un alza notoria de personas ancianas por sobre las jóvenes. Más aún, no proyectan generaciones de reemplazo. Así, estas naciones ven con preocupación su futuro, pues para mantenerse en su actual situación política, económica y cultural dependen, en gran parte, de la vitalidad de su población.
En todo caso, cualquiera que sea la tendencia de la política de población que un país decida impulsar, al hacerlo, esta se convierte en estrategia de planificación familiar.
Anexos...
La planificación de la familia obliga a las parejas a definir cuántos hijos quieren tener y, por lo tanto, cómo pueden impedir los embarazos, ya sea por métodos naturales o artificiales. A primera vista, una familia con dos hijos es más fácil de sacar adelante en la compleja realidad del mundo actual. La familia extensa, con numerosos hijos, parecía justificarse cuando faltaba la mano de obra para realizar las tareas productivas. El reemplazo cada vez mayor de los trabajadores por las máquinas, ha contribuido a considerar como un problema el aumento de la población.
Recursos no renovables
Si todo el mundo usara tanta madera como los holandeses, hacia el año 2010 se necesitarían 11 billones de metros cúbicos de madera al año, y no habría suficientes selvas en el planeta para producirlos. Un informe del estado de la Población Mundial, de 1992, del Fondo de Población de las Naciones Unidas, dice que: los recursos renovables se están consumiendo a un ritmo que supera su capacidad de renovación, con lo cual empiezan a convertirse rápidamente en no renovables.
Fuente: ALVAREZ, JOSE Y VARIOS: Geografía Humana y Económica. Ed. Santillana, Madrid 2002
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